¡UNA EXPERIENCIA PARA VIVIR!
Fotos: spiritualwarriorpath.com
Un círculo de mujeres es un espacio que se crea a partir de un grupo de participantes, que de forma circular, generan un entorno donde sentirse seguras, para conectar y conexionar con las demás, con el propósito de dejar fluir la energía y expandir su creatividad.
Yo entré en contacto con mi primer círculo, en uno de mis viajes, al sur de la India.
En la región en la que viví durante más de tres años, las mujeres, al atardecer, se reunían en un templo de la ciudad de Kushalnagar.
En la región en la que viví durante más de tres años, las mujeres, al atardecer, se reunían en un templo de la ciudad de Kushalnagar.
La primera vez que me encontré con ellas, tuve una sensación de igualdad, de conexión y reconocimiento. Con muchas mujeres no llegué a mediar palabra, algunas apenas entendían bien el inglés y mi amiga, Chitra, no podía ayudarme a comunicarme con todas. Ocasionalmente, traducía a alguna mujer que se me acercaba con la intención de conocerme, de saber quién era y qué hacía allí una mujer joven, de apenas veintitrés años.
El recuerdo de ese primer círculo es entrañable y rememoro con un cálido sentimiento de conexión las sensaciones que allí viví. No sé si fué el templo, el lugar, la tierra, el atardecer o la energía de esas oriundas mujeres que me reconfortaba y me hacía sentir encajada, fusionada y segura.
Años más tarde, cuando empezaba a comprender el valor de la amistad y la relación de este sagrado vínculo, me percaté de que los círculos de mujeres ya los había experimentado muy anteriormente, cuando contando trece años, mis amigas y yo, nos reuníamos en el ala de un patio exterior de nuestro colegio, ilusionadas y congraciadas en compartir nuestros primeros episodios y vivencias sobre nuestra recién inaugurada menstruación. Esa fue, tal vez, la primera toma de conciencia del ciclismo de la mujer, del círculo de la vida y de nuestra unión a la madre tierra.
En esa época, aunque yo la viví con mucha alegría, sentía que no era así para todas. No sé si en mi caso fue gracias a mis amigas más cercanas, a mi bienamada madre, a mis tías o simplemente porque yo era así. Para mi, ese cambio era un regalo y así lo atesoraba en mi interior, pero aunque quería gritarlo a los cuatro vientos y compartirlo, no me atrevía, intuyendo que no era lo que se esperaba de mí. Recuerdo un regalo que me trajo mi padre para conmemorar ese momento y lo guardo en mi memoria con mucho cariño.
Con los años, he aprendido lo importante que es ser una misma y compartir lo que se siente. En ese momento, me hubiera gustado que todo el mundo viera y compartiera conmigo esa alegría. Cuando a una muchacha le viene la regla por primera vez, desde el respeto y con la honestidad en la mano hay que brindarle la oportunidad de celebrarlo, de entenderlo, de compartirlo, de naturalizarlo, por qué ¿hay algo más natural que la menstruación?
El lugar que habitamos se baña con nuestra sangre y el color de las hojas de otoño, no es sino el mismo cambio que afronta el cuerpo de una joven cuando sus virtudes afloran, pues no es sino una encomiable virtud aquella que nos permite dar a luz.
Y sobre todo esto tratan los círculos de mujeres, porque es ahí donde verdaderamente se inician, ahí es donde se da la magia, en lo circular, en el movimiento, en la vida, en comprendernos mejor, en compartir desde el respeto, en naturalizar lo que somos, lo que sentimos, nuestro movimiento cíclico y circular que mueve el mundo o por decirlo de otro modo, a la humanidad.
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